Editorial: F&G EDITORES
Autor: ALAIDE FOPPA
ISBN: 978-99939-38-13-2
Desde la primera vez que leí estos poemas, me sorprendió la discordancia con el resto de la obra de Foppa. Incluso el tamaño de los versos sugiere una exploración distinta; a diferencia de sus libros publicados en vida, en éste los poemas ocupan gran parte del blanco de la hoja y se extienden por hasta tres páginas. La estructura me recordó el poema de “Ella se siente a veces”, de Aunque es de noche, uno de los textos más citados de Alaíde. Quizá ese poema sea el germen de estas memorias y transfiguraciones. Después de esa primera vez ante el libro he vuelto muchas otras para transcribirlo, para cotejar, para tomar notas sobre su materialidad. Cada vez que lo leo me maravilla cómo Ella va cobrando presencia en cada verso; cada poema es un ángulo que nos permite mirar el sueño, la música, la esperanza, el olvido, la muerte, el deseo, la juventud, la danza de ella, Alaíde. Diana del Ángel En Memorias y transfiguraciones, Alaíde Foppa parte de un punto lejano en el tiempo para que esa “ella poética” transite en medio de los cambios de su ánimo y de sus sentimientos. Así se va conformando el retrato de una mujer llena de contradicciones. Una mujer siempre entre dos caminos, entre dos posibilidades. En un punto medio de lejanía entre la infancia perdida y el también perdido esplendor de la juventud. En un punto medio entre la presencia y la ausencia, entre la realidad y el sueño, entre el sueño y la memoria, entre soñar y despertar. Entre el amor visto de lejos y lo que realmente representa su cercanía. En un no lugar poético en el que el tiempo se convierte en una corriente violenta que pareciera golpear contra sus rodillas, que pareciera hablar de fugacidades y naufragios, de la desdicha del olvido, pero también de su dicha; del poder de lo efímero que se lleva lo hermoso, pero que finalmente termina también por arrastrar el dolor. Del arribo inminente a las costas de la vejez como a la antesala del final, pero también como un descanso; de la muerte como una pregunta, pero también, quizá, como un atisbo de luz, como una certeza, otra, la de que Sólo la ajena muerte / nos hiere para siempre. Vania Vargas